Y entonces me
dijo:
- ¿Así que tu
eres de esas?
- ¿De cuales?
- De las que no
ven el vaso medio vacío ni medio lleno, solo ven un vaso con agua. Beben, y si
les sacia, bien, y sino, buscan otro vaso.
- Me encantaría
ser como me describes, pero perdería todo tu interés.
Y pensé que una descripción
no era lo que quería. Lo que quería era la ausencia de una descripción. La contradicción
en si misma. Que me gustase sin saber por que, y gustarle sin que el supiera
por que. Quería la emoción de ser desconocidos, de inventarnos el uno con el otro.
Quería que las mascaras, solo con el, no existieran.
Y así fue como me
convertí en una romántica.
La parte buena
es, que a la mañana siguiente, deje de serlo.
Creo recordar que
mientras ella me miraba, yo la observaba. Mientras ella me oía, yo la
escuchaba. Todo era yo, ese fue el error. Siempre pensé que teníamos algo, y lo
que siempre tuve fue miedo.
Se me permite
estar ausente mientras te escucho. Se me permite redimirme aunque no me
arrepienta. Se me permite volverte loco aunque ya lo estuvieras. Se me permite
todo y a la vez no se me permite nada. Pues permíteme que te diga que no me
arrepiento de hacer lo que sentía cada vez que en mi cabeza alguien gritaba: ¡Corre!
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