Same place


Me quedé sin sueños por el camino. Tenía millones que iban cambiando como si fuesen hojas en otoño y al final me quedé sin ninguno. Bueno, realmente quedan algunos, los más pequeños y fáciles pero también los más difíciles de mantener. De las promesas hablo otro día porque tampoco las llevo conmigo. En la mochila solo me quedan envoltorios de chicles, mecheros, propaganda, ticket de metro y poco más, creo que también hay algunos caramelos sueltos, de esos que no se deben comer por si llevan suciedad pero que terminas comiendo cuando estás desesperado. Esperanza la tengo toda, algún día la llevaré escrita en la mano para no olvidar que me pertenece, que la poseo pase lo que pase y que nunca nos vamos a olvidar. Y así en general puedo decir que tengo un presente que se va volviendo pasado cada vez que escribo pero que nunca se convertirá en futuro, si acaso en continuará. No tengo tiempo ni lo quiero tener, me conformo con la vida, la alegría y sobre todo con los fracasos, que por cierto son maravillosos, nunca dejan de sorprenderme, impresionarme y enseñarme a que descalzo se piensa mejor. Todo fluye, no paro de hacerme daño, de hacerlo, de intentar no hacerme daño, de intentar no hacerlo. Pero sigo como siempre, sonriendo y esperando. Algún día encontraré mi invierno y me quedaré allí hasta que llegue la primavera y tenga que huir por problemas de alergias.

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