“Veo a mi alrededor… No hay forma, ni imagen, ni arquitectura, sólo vueltas concéntricas. Soy la flecha de la sustancialidad del sueño. Verifico volando. Anulo dejándome caer a la Tierra… Así pasan los momentos verídicos del tiempo sin espacio en el que sé todo y sabiéndolo todo, me desplomo bajo el salto del sueño sin Yo”…
“Si creyera en los astros, tendría que creer en que todo estaba completamente sometido al dominio de Saturno. Todo lo que me sucedió ocurrió demasiado tarde como para significar mucho para mí”…
Dormir…el olvido pequeño. El suave devenir del tiempo que
pasa apenas rozándote pero se vuelve inmenso. Y despertar con las manos vacías,
sin manta ni calor, sin nada. Después comienzas a sentir ese miedo que no se
explica y que significa que ha pasado algo de lo que ni siquiera tienes
conciencia. Ocultas la cara, esperando que nadie te vea, que nadie te mire, que
nadie te toque. Porque si alguien lo hace te inundaras en mañanas. Y de pronto
te acercas al gran barranco en el que se han convertido los ayeres, y siempre
caes en el pero se te olvida el golpe, así que no sirve de nada. Hay horas en
las que es mejor que no haya sol para que nadie se entere y el secreto se
guarde, como si eso hiciera que se fuese el miedo… Pero se va todo menos el
miedo. Y bajo la luna te das cuenta que lo que debería brillar no brilla, como
algunas hojas de algunas navajas de algunas personas que no tienen nada con que
limpiarlas. Y te vas, como si el hoy no existiera, como si no hubiera pasado
nunca. Pero pasa y pesa y te mantienes buscando centros que no existen mas allá
de la geometría.
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