La verdad es que no se puede estar siempre ausente, pensando
que no vales nada.
La verdad es que se necesita no sentirse solo, aunque solo
sea una ilusión.
Y te confundes.
Al principio piensas que es real.
Luego cada vez te vas desinflando más.
Después acabas por aceptar que no es real y terminas con
todo, con pocas o muchas palabras, independientemente del dolor que supongo
decir adiós a algo que por un tiempo indeterminado a formado parte de ti, de lo
que eres. Acaba. Escribes un Fin sacado de la manga, sin explicación, sin saber
por qué.
Descubres que no solo existe una consecuencia, existen miles.
Duele.
No entiendes por qué sigue doliendo si has hecho lo que
parecía correcto.
Es una pesadilla. Sales por una puerta y te encuentras en un
laberinto lleno de más puertas que no puedes abrir y no acaba nunca.
Y al final descubres que era real. Todo. Pero que no querías
que fuera tan sencillo. Ser feliz sin más, sin hacer absolutamente nada. Parece
imposible.
Antes de este paso le das vueltas a todo. Descubres un montón
de explicaciones. No sabes si son verdad o mentira, pero sigues buscando. Es
interminable.
Descubres que cuando pasas aunque solo sea una hora donde
todo es completamente perfecto, después de esa hora no hay nada. Te asusta la
idea de que sea inmejorable, de que eso sea todo. Y huyes. Es o huir o chocar
de bruces.
Chocar no es atractivo, huir si.
Huyes y tarde o temprano descubres que no. Deberías haberlo
hecho de otra forma pero ya es tarde. Y tarde es tarde.
Así nacen los monstruos y mueren cuando te das cuenta que
todo fue real. Todo.
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