Dado rojo de la suerte



Me pongo los zapatos, ato los cordones que me oprimen y mantienen el miedo en su sitio y comienzo a andar. Como cada día vuelvo a pisar los charcos, a saltar sobre ellos y a mancharme con el barro. Y también como cada día vuelvo a tropezar con esa pequeña piedra que no debería esta ahí, pero está y parece que no tiene prisa por marcharse. Pero yo si, y me marchó. Continuo andando hasta donde me lleven estos pies que siempre me guían y me conducen a lugares que no conozco pero que debo conocer. Y se me escapan los porqués de la mandíbula, crujen y rugen. Salen disparados en todas las esquinas porque necesito saber… pero no sé el qué. La confusión se mezcla con cada nota de mi voz y no me deja seguir sintiendo. Las hojas secas del pasado aparecen en mis susurros atrapando los recuerdos que no tengo por culpa de una larga pero bonita palabra que se quedo a vivir a mi lado. Atrapo mariposas del sueño y las almaceno en pequeños botes de cristal para usarlas cuando las necesito. Y las necesito tantas veces que siempre tengo que volver a por más, pero son difíciles de encontrar y no tengo tiempo. Siempre surge esa palabra: tiempo. Experimento con el tiempo que no tengo explorando agujeros negros donde la materia está pero no se encuentra. La libertad no sabe ni contesta porque las preguntas no son las correctas. Pero no hay respuestas a tantas dudas ni dados sin lados que mienten más que ayudan.

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