The eye of silence



Y ese toldo sabe a donde voy, no puede seguir negándolo y tapándome el camino. El ojo de cristal observa desde su casino preferido. Tira las cartas una y otra vez, solo porque hoy es domingo. Y mañana... que sabrá la vida del destino. Cierra los ojos y deja de ver peligro, que los osos salen cuando termina el frío. Agárrate a mi equipaje y desanda conmigo lo temido. Sueña la abeja que ha encontrado su sonido, pero despierta y continúa emitiendo un zumbido. Duerme, que ya es tarde aunque aún no haya amanecido.

Deberías encontrar pronto tu sonrisa, esfinge de la muerte, estoy buscando verte. El equilibrio está en mi mente, huyes y te desvaneces. Floreces entre atardeceres verdes de tenerte, de esconderte.
Y te robo en cada esquina una de tus alas para que vueles siendo menos pesada, pero no funciona. Te arranco la otra y dejas de volar. Deberías creer en tus alas. Nunca he besado a un duende, pero tampoco lo necesito. Necesito tus alas, esfinge, y una navaja de afeitar, y quizás una vaca o un ojo de cristal. Necesito aprender de ti, saber volar sin alas.

-         Las luces se ven diferentes, brillan más y no se apagan nunca.

Porque siempre hay un antes de lo que llamamos ahora, y ese antes puede representar un gran obstáculo para después. Vivimos en una sucesión de tiempo a la que prefiero llamar sucesión de momentos. Patinamos entre el antes, el ahora y el después, aunque normalmente vamos resbalando y cayéndonos. Antes aprendí a levantarme, ahora estoy intentando hacerlo y después lo conseguiré. Pero no sirve de nada porque volverá pronto otra sucesión de momentos y tendré que repetirlo otra vez. 

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