Azufre


La vida huele a bicarbonato sódico, a azufre y a despistes razonables.
Huele a miedo y carreras por el campo, huele a lodo y a amarguras.
Nuestros olfatos están oxidados por el tiempo y no hay conciencia que nos diga: huele raro.
No hay olores que nos avisen y nos hagan cambiar de dirección.
No hay consejos fáciles ni consejeros inteligentes.
La ciencia avanza y duele quedarse detrás.
Duele pensar que las estrellas son coherentes aunque brillen por la noche.
Sigue oliendo a gato mojado porque todo es una broma y no te has dado cuenta.
Huele a tiempo imparable que vuela más rápido que el águila aquel que viste en el campo.
Huele a locura e insatisfacción casi indetectable.
Pero también huele a cordura y ese si que es un mal olor.
Hacen falta demasiados ambientadores que nos cambien la perspectiva.
Hacen falta personas y sobra gente, de ahí el olor a humanidad sádica.
Hacen falta más sombreros con flores y miradas tristes bajo el maquillaje de la vida.

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