Puede que se aprenda algo


En el edificio con luces día y noche, habita gente desamparada por la suerte. Gente que no sabe lo que tiene hasta que no llega a ese lugar, donde algunos descubren que no tienen nada. Cada uno con su loca cabeza, su loco corazón o sus heridas superficiales o demasiado profundas como para descubrirlas. Pero están allí, irremediablemente, esperando la solución que les solucione, que les haga seguir adelante.
Algunos no salen nunca, otros salen con los pies por delante y otros caminan, simplemente caminan, deseando no tener que volver y viendo el infinito de manera diferente, desafiando a la rutina y luchando. Pero todos ellos tienen en común ciertos momentos de esperanza, que según su duración, marcan el comienzo de su vida. Cuentan hacia atrás desde 0, como si nada hubiera pasado, como si desearan que todo continuase. Se ríen entre ellos, conocen gente que quizás no vuelvan a ver, pero que son importantes. Y es que hay nombres que nunca se olvidan. Como Joaquín, que supo ver el final pero no vio el principio, que deseo aprender a caminar sin pies, pero no pudo.

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