El equilibrio es imposible



Equilíbrate en el precipicio y recupera tu forma de nada, que el viento nunca tuvo una idea mejor. Salta desde una piedra pequeña de esas insignificantes a las que solo tú prestas atención. Lánzate y lee tu mente, parece tan indescifrable como lo era la canción que me cantaste. No solías decir si a no ser que te mirasen a la cara, resultaba fácil ponerte cadenas y ojos de pena. Respirar se te daba bien aunque no hubiera nada en tus pulmones más allá del alquitrán de nuestros cigarros enemigos. Y en eso consistía todo, en odiar y acariciar párpados cerrados. No queríamos ver los bancos vacíos ni nada que nos recordase que estábamos solos. No parabas de imaginar cometas y fresas ácidas de las más rojas de tu frutería favorita. Nadie tiene fruterías favoritas, al menos nadie las elige como tu. Siempre fuiste así, miedo e improvisación elevadas a potencias desconocidas. Y quizás esa sea la palabra, desconocido.

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