Galatea de las esferas




Nos fuimos dando la mano poco a mucho, como si tuviéramos solo una y no quisiéramos perderla. Pero se nos escapaba y el tiempo se iba poniendo morado y faltaban arco iris entre tanta niebla sin colores. La luna ya no brillaba a través de esas cortinas que tapaban todo lo blanco. Consistía en eso, pero no resultaba tan simple como lo esperaban los fantasmas del espejo. Y es que hace tiempo que dejamos de simplificar ecuaciones y perdimos el miedo. Había osadía en sus pisadas pero las piedras no escuchan ecos. Supimos que debíamos dejar de observar los silencios. ¿Cómo se hacía eso? No sé, quizás solo sean verbosidades estampadas en recortes de periódicos viejos. Quizás lo que pasa es que ha dejado de llover y yo sigo sin poder soltar mi paraguas de varillas sin tela.
¿Qué habría detrás de aquel escaparate? A lo mejor eran pupilas dilatas sin más, o algún duende sin alas. No sé, no merecería la pena saberlo.

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