Escotomización y el primer cigarro después del último.



Imagino 105 noches en vela hablando de nada y riéndonos del tiempo.
Y aún lucho por el momento en el que no pueda callar y empiece a disparar 106 canciones por mi boca.
Te equivocaste al pensar que el cielo era azul porque hay noches que se vuelve negro.
Y te tiraste por un barranco a causa de pensar demasiado así que no me eches la culpa que yo hace un día que dejé de tenerla.
He cosido todos mis bolsillos para no tener que guardar nada.
Que antes lo metía todo en los tuyos y al final te quedaste la mariposa.
Y es que los corazones son puños de sangre y eso a veces no lo acepto.
Yo los veo como círculos con una esquina en donde suelo perderme.
Y por más brújulas que me regales sabes que nunca caminaré hacia el norte.
Que en diagonal se llega antes que por carreteras rectas.
Y los coches tienen luces para que no veas su color.
Me siguen dando miedo las tormentas pero estoy empezando a disfrutarlas.
Salgo a la calle a mojarme el pelo y lo veo con más claridad.
Que la escotomización se quedo a vivir en mi cabeza y todo son secuencias.
Y es que hay recuerdos que dejan de recordarse porque no los necesitas.
Y en cambio hay otros que se tatúan en tu piel con formas de laberintos con puertas.
No me digas que el querer es más dulce que las gominotas, que he aprendido a poner los pies en el suelo a ratos y sé que eso no es cierto.
La diferencia entre un ratón y una rata no está en el sexo, aunque quizás si en el rabo.
Pero es que el sexo deja de tener sentido cuando se habla demasiado.
Tendría que haber pensado que reírme cuando no me contaban chistes no era normal.
Pero es que no sé porqué todo parecían adivinanzas sin respuestas
Y me puse a hacer puzzles en aquella sala de espera amarilla.
Me gustaría aprender a jugar al ajedrez para matar a tu reina pero no quiero que te comas mis caballos.
Si te regalo un sugus no creas que me estoy burlando o diciendo: te necesito.
Que los sugus son sugus a pesar de que tú los veas como simples caramelos.
Porque para ti todo era simple y hasta un sugus tiene más corazón que una lechuga.
Y si vas a Granada no te olvides de traerme un imán para la nevera aunque mi nevera no sea de esas, la mía tiene clase.
Que el cigarro de después ya está durando demasiado.
Dijimos de darnos la mano y me tiraste a las vías.
Te haría gracia pero yo no sabía salir.
Y entonces vino él con su mirada pérdida y oscura, me dio la mano y me sacó del agujero.
Me dijo que odiaba los tiros a quemarropa y que esa noche yo la pasaría con él.
Acepté y me fui corriendo pero en algún punto me atrapó y discutimos.
Era lo que me apetecía hacer.
Si iba a abrir la boca, al menos que fuera para eso.
Y por las noches sigo oyendo el sonido del metro y de un coche rojo que para.
Y como llevo las llaves encima, salgo saltando y me voy a mi escondite
A escotomizarme de nuevo.
Y quien necesita un loquero cuando tiene un boli y un papel a quien contárselo todo.
Que ellos no dan consejos y yo no los escucho.
Que ya sé dibujar en blanco y negro y estoy aprendiendo a usar el gris.
Pero no me pidas que le ponga más colores porque no me gusta lo artificial.
Dibujo sonrisas como las del gato de Cheshire pero ya no tienen gracia.
Ahora prefiero las lágrimas aplastadas en cuadernos que se secan y puedes utilizar para separar las páginas de un incendio.
Quemarlo todo no es la solución pero apetece.
El problema es que hay fuegos que ya no queman, aunque si que liberan al humo.
Y es que se empeñan en poner grilletes a todo lo que tiene libertad.
Me gustaría regalar bozales a demasiados gatos sucios mentalmente y sin abandonar.

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