Sobrevuela.


Él se infravalora demasiado. Se lo dije varias veces y nunca me creyó, pero quien le conoce sabe que es verdad. Se ve pequeño comparado con los demás.
Me preguntó qué que era lo que debía hacer. Le dije: sobrevuela. Y me sobrevoló. Estaba loco, pero loco para bien. Veía la vida con ojos de niño. Yo le llamaba niñombre porque así era como le imaginaba.
Se perdió tantos momentos por mirar al cielo que no me creerías. Y es que se dedicaba a eso. A imaginar figuras en las nubes. Pero su imaginación iba demasiado lejos y nadie más veía esas figuras. Imaginaba hasta colores.
Todo por hacerme caso. Sobrevuela. Y lo hizo. Lo sobrevolaba todo. Aprendió a ver la vida desde demasiado alto. Tan alto que casi nadie se fijaba en él. Sólo le mirábamos los que le conocimos antes de sobrevolarlo todo.
Era genial. Una de esas personas que sabes que es especial sólo con tocarla. Te transmiten algo. Son imanes eléctricos. Pero nunca llegas a ver su verdadera cara. No se la muestran a nadie. Viven del misterio que generan. Hablan por hablar y de pronto dicen algo impresionante, algo capaz de mover dos centímetros el mundo. Sólo dos centímetros, pero son dos centímetros que lo cambian todo.
Pero ellos nunca cambian. Mantienen su mirada y su toque mágico. Pierden la sonrisa pero cuando te encuentran triste y solo, te regalan una que tenían escondida. Y es que él era así, lo escondía todo. Nunca sabré ni la mitad de la mitad de sus secretos. No encontraré sus escondites. Pero le encontré a él.
Sobrevuela el mundo. Si miras al cielo atentamente le verás. Debes estar muy atento porque es bastante rápido. Olvídalo. No le vas a ver. Está escondido. Es místico y atrayente. Su aura es de mil colores, así que nunca sabrás cómo se siente. No intentes verlo. Siéntelo cuando te toque. Porque ese momento será especial. Le conocerás y te sobrevolará. Le dije: sobrevuela. Y me sobrevoló.

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